Los romanos conocían Menorca y Mallorca porque los honderos nacidos en estas islas lanzaban piedras con más destreza que nadie. Nada que fuera extraño, ya que en la insula Balearis Minor hay más piedras que ningún otro recurso, y por eso la vida de sus pobladores nunca fue fácil. Aun así, los poblados de este tiempo que todavía hoy se conservan dentro del paisaje de Menorca nos hablan de una cultura excepcional ―la talayótica―, con construcciones hechas con piedra que son únicas y exclusivas, como las taulas.
Se mostrará cuál es el origen de los funditores baleares, los cuales, desde niños, tenían que aprender a manejar la honda para vigilar a la manada, para cazar o para sobrevivir. Muchos se acabarán enrolando, como mercenarios, al servicio de ejércitos cartagineses y romanos y participarán en numerosas batallas de la Antigüedad.