La mayor parte de la vida diaria de un legionario romano transcurría en los barracones o en las tiendas de su campamento. Después de efectuar muchos y variados servicios (guardia, entrenamiento, obras de reparación, servicios administrativos, etc.), disfrutaban de cierto tiempo libre que podían utilizar para hacer la comida, limpiar su ropa y armamento, jugar con sus compañeros o escribir cartas a la familia y los amigos, los cuales, muy a menudo, estaban a miles de kilómetros de distancia.
A través de documentos originales y cartas encontradas en distintos lugares del Imperio romano, podremos oír sus voces y conocer algunos de sus miedos y sentimientos; como la del legionario Apolinar, que, en una carta enviada a su madre, escribe: «¡Siempre que os recuerdo no como ni bebo, sino que lloro!».